jueves, 5 de octubre de 2017

No te mientas.

Le explico a mi esposa con pelos y señales lo ocurrido esta mañana. Para mí esta mañana es la de ayer. O eso creo.

Mi esposa: "Quítatedemivista".
Yo: Santísima, qué carácter.

Yo culpable, me tiro al abandono y renuncio a sobrevivir en esta situación de permanente incertidumbre que provoca mi ansiedad. Pido a la María que no me abandone. Santa poesía tan necesaria para mí como el bendito amor.

Mi esposa, antes de quitarme de su vista intentó que entrara en razón: "Entra en razón, cabeza hueca". Con palabras no entra en razón quien vive rumiando sus propias amarguras... Confieso no estar viviendo mis mejores momentos, y para muestra un botón: Kristel, me llama por teléfono para pedirme consejo sobre un asunto que la preocupa y, claro, poco habituada a la franqueza, le hablé de la intemerata sin venir a cuento y la dejé con la palabra en la boca... La lie parda. Hablo de Kristel, la niña de mis ojos. Mi sueño alentador. Lamentablemente se nos ha hecho tarde para saber "cómo" porque ya hemos apostado los dos por "quién". ¿Qué locura me atrajo para negarle la palabra. La palabra: mi arma, mi escudo, mi salvación. La palabra que tanto amo? La palabra no se la niego a nadie cuanto menos a mi niña. He dado en loco: quiero y no puedo, camino y no avanzo. (Legalizar la manipulación no invalida sus consecuencias). En fin, flagelarme no me lleva a parte alguna, me quedo en el silencio reflexivo... La salud, mi niña, vigila la salud. La salud. (¿Vale? Como tú me dices. Si no vale lo tiras, como yo te digo). Estoy orgulloso de ti y nunca dejé de creer en ti, y si además me pides que crea en tus decisiones también lo haré, pero con una condición: No te mientas. Gracias.

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