lunes, 19 de junio de 2017

Ni una musa me salva.

Un día me apetece escribir y escribo, y otro día no me apetece escribir, y también escribo. Eso no es malo, malo es que me apetezca escribir y escriba en un día mil. Y la cabeza a punto de estallar. Escribo el día me que gusta vivir y a veces una estupidez me inspira un día; un día es un día no mil. Cuando escribo mil días en un día nada me inspira, entonces me ataranto y dejo que mis dedos aporreen el teclado y siempre aparece en la pantalla de mi ordenador un corrupto. En este país escaso de casi todo solo hay corruptos. Yo antes escribía al amor y la santa poesía y era feliz, ahora, comprometido con la realidad que nos toca vivir escribo en un día mil y soy apenas nada: infeliz a todas luces. Un corrupto mete la pata delantera en el erario, no mete la pata trasera. Y la conciencia tranquila.

Si hablo de corrupción un día es igual a otro desde que gobierna Rajoy. La realidad es un mal presagio corroborado. Así es imposible escribir un verso, una historia de amor, solo corrupción. ¿Alguien sabe si existe un político honrado en este país? Quizás en un pueblo lejano una alcaldesa... Una conserje venida a menos. Una conserje despreciada, injuriada. Una conserje quizá me salve. (Y te salve). Escritor prolífico escaso de imaginación no invento corruptos ni corruptelas, pero no se van de mi cabeza. No es de extrañar si en un descuido alguien entra en de soslayo y me lee no vuelva. Moriré sin que nadie me quiera. Sin amigas, ya nombro a las amigas de mi esposa como si fueran mías.

Siempre estaré en deuda con Eugenio. Sabio, era capaz de contar las historias más tristes como una lección de vida. Sin Eugenio no digo que se haya ido la esperanza, pero casi. Atarantado escribo mil días en uno sin que nada bueno me inspire. Y la cabeza me estalla. Vivir en este país es comenzar a morir de tristeza, pobreza y enfermedad mental. Es así desde que gobierna Rajoy. Y sus amigos los grandes empresarios y sus lacayos campan a sus anchas con el Estatuto de los Trabajadores en la mano y los Convenios Colectivos metidos en un cajón. Hay que joderse: se creen intocables y no lo son. Todo lo que me contaba Eugenio ya lo sabía, lo que no sabía era que iba a vivir esta tragedia como él la vivió hace más de una vida. Si una amiga ida volviera y quisiera... Ni una musa me salva. Gracias.

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