Si alguien me dijera que le pusiera cara y nombre a una persona sabia, admirable por su entrega desinteresada, su estar pegado a los desfavorecidos, su humanidad sin
dejar pasar de soslayo el pedacito de cielo que Dios nos presta entre los naranjos de Les Seniaes, diría Eugenio. Muerto Eugenio y sin recambio: Eugenio elevado a los altares.
Mujer: Qué pena que todo acabe sin haber sentido, presentido, conocido. Y qué pena que no hayas aprendido nada.
Tú conociste a Eugenio, le llamabas Tío Eugenio: No has aprendido nada. Tu desinterés por las cosas de palacio no van despacio, simplemente no van. Me cuentan que de enterarse Montoro, ay. Suerte tienes que a Montoro le sobra con no enterarse de lo suyo. Tú no eres tú, te lo dije a la cara, ¿recuerdas? No lo eres aunque no lo reconozcas. No. Llevo más de dos años
siguiendo tu caminar, transitando el recorrido de tus quehaceres y ni de lejos eres tú. Tú no eres tú. La mujer que
ven mis ojos no eres tú, dime: ¿qué escondes detrás de tu mirada?
Triste de morir no tienes un ambiente alegre que cantar ni unos ojos
de mirada clara para confiar. Has perdido la escasa credibilidad que tenías. Actitud pusilánime, te disfrazas con harapos para que no te reconozcan, te
escondes, no das la cara. ¿Qué ha sido de ti? Mientes y siquiera engañas. El éxito que proclaman tus aduladoras será tu perdición. Y, para llegar a colmo, no deja de ser ironía
que solo se enteran que lloras cuando te ven llorar.
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario