sábado, 17 de junio de 2017

Yo, muerto.

Ella lo sabe, claro que lo sabe, y también lo sabe más gente, se podría decir que es el secreto peor guardado. Desde hace tiempo, no sabría ponerle fecha, o simplemente diré desde que murió Eugenio apenas salgo de casa y cuando salgo la gente no me ve, ni me mira de soslayo: qué le vamos a hacer, la gente sabe quien soy pero no me ve. Traigo a de soslayo el chisme de vecindad porque anoche mi esposa me dijo que una ilustre persona del pueblo de Patricia le preguntó que si había muerto. Yo, muerto (y mi esposa viuda). Si muerto, mi cadáver aún no está enterrado.

En el pueblo de Patricia no viven gentes ilustres. Un empleo de elevada responsabilidad no da abolengo a la persona que lo ostenta sin contrato de permanencia. Por mi parte, puedo decir que nadie muere sin que doblen las campanas por él desde el campanario aunque esté pasado de moda ir misa. Hay modas o tradiciones que no se pierden, y la de tocar el badajo desde el campanario es una, de todas la más prosaica en el pueblo de Patricia.

Lamento no ser persona de agradable trato. Yo no soy descortés ni niego el saludo y siempre doy las gracias (no se merecen). El caso es que soy viejo y me acuesto cuando los jóvenes se levantan y me levanto cuando los jóvenes se acuestan. Para los entremediaros que tienen esa edad que en el ascensor nunca se sabe si suben o bajan, frente al ordenador y dueño de mi teclado, como un comandante que suspende el vuelo sin dar explicaciones. ¿Será el motor, será el amor, será, será? Y Mercedes Sosa canta: "No permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida". (Para quien acepta halagos todo acaba antes. Viene oportuno al chisme de vecindad). Gracias.

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