domingo, 11 de junio de 2017

Insisto: No digas no.

No hay mayor placer que ver en la terraza del bar, al doblar la esquina, unos ojos negro azabache clavar su mirada en el suelo, ay. El gusto fue mío. De no estar al cuidado de Ian, hubiera quedado extasiado en el buzón de correos hasta que me echara el cartero, que sería tanto como morir en sus brazos. Como si el mundo me mirase, reconozco que lo pasé peor que ella, si en realidad ella lo pasó mal. El gusto no fue mío. Mía es la pena de sentirla ausente.

Desde luego fue una mala experiencia. No hay problema, pero algo pasa que no debiera pasar. Me gustaría volver a ser lo que fuimos. Me gustaría crecer socialmente en el mismo pueblo que intenta encontrar su camino y andar juntos de nuevo como si aquel tiempo no hubiera pasado. Jamás pasó. Cada cual defendió sus propios intereses que nunca fueron los nuestros. Tal vez alguien quería saber de la pasta que estábamos hechos y nos puso a prueba. Me alegró verte de nuevo en tu ambiente. Sin negar que más me hubiera gustado darte un abrazo y un beso y ya nos veremos en mi ambiente que sigue siendo el ambiente de antes con menos polución, y vernos, y tomar café y unas pastas de té y hablar de la familia, los hijos, el amor, y qué sé yo. ¿Crees que algún día podremos volver y al volver empezar de nuevo, empezar cantando y acabar soñando un país para todos y todas más justo? Ojalá y que así sea. A veces Dios nos pone a prueba, por lo tanto, bueno sería que dejáramos de jugar a no mirarnos de soslayo y volver al aliento que alimenta el presente y no el pasado. En el amor nadie es culpable. Insisto: No digas no. Gracias.

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