lunes, 14 de noviembre de 2016

Me salva Ian.

Con Ian por Les Seniaes echo cuentas y creo que hacerse mayor no es cuestión de cumplir años. Este asunto es recurrente. Digo que soy viejo y lo soy, pero más viejo es mi ordenador que me ordena. Creo que algo le falla por dentro y pide a gritos una reparación (quién pudiera) o uno nuevo. En la rebajas de enero lo tendré en cuenta si los Reyes de Ian no me acaban con la extra... Y qué importa, Ian me regala vida, la alegría que había perdido. Si tengo que dejar de escribir porque el ordenador que me ordena se niega y la extra y lo demás... Confío que el encargado de anotar los nuevos amaneceres no se olvide de mi nombre y me permita crecer muchos años junto a Ian. Ay, muero, por la boca muere el pez. Se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Imposible dejar de escribir, acabaría haciendo una recolecta en las escaleras de la iglesia ahora que sé donde queda la iglesia para comprar un ordenador... O vendería mi cuerpo a la ciencia. O a la Pasarela Cibeles. O lo que sea por un ordenador nuevo que no me ordene ni me grite, ni me obligue a escribir lo que no quiero. Un ordenador que me espere cuando vuelva y no me tome al pié de la letra. Un ordenador lo mas parecido a dona de bueno y a Eugenio de sabio.

Vale que crecer no es opción. Pasan los años y te haces mayor, eso es así, lo que no tengo tan claro es que envejecer no sea opción. Envejecer es opción, tanto es así que si una linda chamaca me mirara de soslayo nomás me echaría treintaitantos... Y, por mucho que digan unos y otras, soy agradable al trato. A pesar de reconocer que de tanto morderme la lengua a veces pierdo los papeles y me comunico con aspaviento. Lamento desconocer el lenguaje del silencio. Me queda la palabra escrita para expresarme y pedir disculpas cuando el viento viene de aquella manera... Que no me falte la palabra escrita (ni tus buenas madrugadas. Por cierto, creo que de soslayo tiene otra lectora que me lee en silencio. Gracias) de lo contrario, que me atropelle un otobús, una amoto o un trator. Agradecimiento a Ian. Y a quién en un descuido entre en de soslayo, me lea y vuelva, porque si vuelve, estoy seguro que con el tiempo me llegará a querer. Escribo para quien me lee. Mi última palabra será gracias. Gracias... (de nada).

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