martes, 14 de junio de 2016

Sigo sin reflejarme en mí.

Sigo sin ver un reflejo de mí fiel a la realidad que vivo... Creo que finjo. Ni me reflejo en mí ni me siento.

Vivir en la mentira no es malo. Hipócritas, son más los que mienten que los que dicen la verdad en esta realidad de marginados sociales. Y colorín colorado ganaron los políticos y sus amigos de fortuna, los grandes empresarios, y perdió el pueblo con la nevera vacía. Así el debate a cuatro de ayer. La política y la desvergüenza van de la mano. Mientras yo, ausente de mí por un descalabro. Nada de importancia, muchas gracias.

Embriagado de mí vivo en una resaca permanente: o rompo relaciones con Baco o no me volveré a ver como reflejo de mí. No se me ocurre algo más trascendente para comenzar este día, considerando que vengo de donde vengo y voy como tantas otras veces de visita médica (duele tanto a quien duele como a mí), que reconocer la urgencia que tengo de repasar los hechos de mi rutina y rendir cuentas a quien más simpatiza conmigo: una copa de vino. Volver y devolver a Baco al Olimpo.

Me corre prisa volver a caminar por el camino de la verdad. Consciente de quien soy, después de haber bebido las mieles del amor inconsciente, me obligo a demostrar que soy capaz, a pesar de los pesares y pese a quien pese de los dos, enhiesto, no volver a consentir que me tiren ni caer por mi cuenta en el suelo de la desgracia. Ni demostraré fatiga. Sin recodar que era el martes, 14 en el calendario del mes de junio, no dejaré que algo de mí no vuelva a casa conmigo... Si nada es bastante, nada es suficiente: duplicaré los esfuerzos para echar de mí el reflejo que se ha apoderado de mi imagen. No volveré a ver el reflejo de mí si no estoy pegado al amor, aunque sea a oscuras. (Relicario de amor, si me dejas nada volverá a estar en su lugar, ni mi mente absurda ni mi ordenador que me ordena). 

Si la ausencia me noquea estoy perdido. Ausencia, esos gritos que oigo en mi cabeza son de ausencia. La ausencia me enloquece. Y esos gritos me atarantan. He perdido el ritmo de la vida mientras sacaba punta al lápiz con el que escribo el día que me gusta vivir. No soy la suma de lo que he vivido. De saber lo que me resta por vivir volvería a sumar mis fracasos. Soy mi mayor decepción. (Al fin cumplo con la verdad que escribo).

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