viernes, 1 de agosto de 2025

Un día al azahar y una rosa.

Necesariamente acepto la realidad de los hechos y miro al frente, pero no volveré a escribir un día al azahar y una rosa. Esa realidad inspira un día de oración por los difuntos. Qué bueno que se pierda en la memoria lo que fue, ahora que ha muerto. Quien cree en la eternidad su alma vive y recordarla es tener presente sus valores humanos... ¿Bondad? ¿Compañerismo? Me cuentan que reside en el cementerio al haber renunciado a vivir el amor sincero. Recordarla sería esbozar el amor de un día. Es pasado, su alma navega en el purgatorio y sus cenizas en el cementerio. Un día al azahar y una rosa no recordará la realidad impuesta. Al correr el tiempo son múltiples los paradigmas que han evidenciado la particular capacidad que tiene la gente para olvidar promesas de amor. Hay actores que exhiben su virtud con base en conductas escasas de dignidad. Otros se abren paso con acciones para llegar a destinos de vida inconclusas. Como buen conocedor de la filosofía budista, de las grandes aportaciones del budismo a la vida, es poder conocer la mente a través de la meditación, ejemplo: si echamos una cucharada de sal en un vaso de agua, el agua se vuelve salada. Pero si echamos la misma cantidad de sal en un embalse se disuelve y no se percibe. Eso mismo ocurrió con su memoria. Cuando la mente es pequeña, cualquier emoción negativa nos destroza. Al contrario, si la mente es grande aun cuando surjan realidades sotretas, no nos van a afectar. Un de soslayo herido de corazón aconseja auxiliar a los que sufren para abrir la mente. Una mente cerrada todo lo ve a través de miradas desordenadas, es la mente con la que vio a los demás, también a la vida como una permanente batalla en la cual hay que estar a la defensiva. Fue víctima de sí misma. Todo está en la mente, encontrarlo, es descubrir el poder de transformarnos. Pero en ese nuevo amanecer ni ella ni yo estaremos. (Elevemos una oración por el Señor Padre y el Hijo y amén). Gracias.

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