lunes, 13 de febrero de 2017

Qué tristeza, dice Flor de María.

Con su muñeca de trapo se la ve cada mañana pegada a su nostalgia; triste de morir, con la intención de ponerse al mundo por montera. Triste pretender ganar el favor de la gente, muy triste. Así no se gana un carajo enemistado con los años. Los años matan antes de que avisen al enterrador. Pero qué triste.

Hay que volar, volemos pues, volar alto sin miedo, y sin dejar de tener los pies en el suelo. Es fácil y no; solo no, así no: escucha, deja el mundo que vaya a su antojo con su montera y vive, mientras puedas vive. "Morir, morir... Morir no es nada. Empieza pues por vivir. Es más divertido y más largo". Jean Anouilh.

Tenemos memoria, tenemos amores y desamores, tenemos incluso lo que no queremos tener. Ser mejor persona es la clave porque solos no alcanzaremos la paz de alma. La tristeza es la muerte si la alimenta el éxito. Una semana de congresos políticos confirman los peores presagios: se puede morir y seguir vivo. El sacrificio de los perdedores es la disciplina. Uno gana y pierden los demás que son todos. Unidad, unidad, qué estupidez. Alguien tiene que ser el líder que cante las cuarenta. Los poetas saben, y un quijote que antepone sus ideales, como el héroe cervantino, de forma comprometida en defensa de causas que considera justas sabe más de lo que cuenta.

Yo, apostaría por la primavera, daría por perdido lo que queda de invierno y apostaría por la primavera. Ordenaría mi vida y resolvería mis asuntos que en parte son de otros. Una mente, por desordenada, sabe que obrar sin valorar las consecuencias es la muerte. Las consecuencias (recuerda), no tienen un patrón de conducta, son impredecibles por inesperadas. Ya te digo, la tristeza. Qué triste, dice Flor de María. Gracias... (de nada).

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