Las palabras son casi beatas, igual valen para un
roto que para un descosido... Hablo de palabras y digo las mismas
palabras. Hay quien dice que las palabras ofenden según cómo se tomen
y hay quien dice lo contrario, que
ofenden cómo se digan. Quien tenga razón si alguien la tiene es lo de menos, importan
las palabras si sirven para convencer. Dizque la calumnia conduce a
ninguna parte, o como mucho conduce a conocer a la persona calumniadora. ¿Pero a quién
interesa una persona calumniadora? -A nadie. -Ya te digo. Si el asunto va para largo prefiero los monosílabos. Las calumnias
que pretenden acallar la verdad o ensuciarla. O sea, ya puede ir
entrando un mar hasta el final, como escribí ayer, tropezar con la misma desdicha es tanto como estar muerto. Y yo no quiero morir ni que me maten.
Las palabras sirven para entendernos y conviene
escucharlas, valorarlas y decidir, y asumir las
consecuencias. Para un reo las palabras de arrepentimiento es un acto
encaminado a disminuir o reparar el daño de un delito o facilitar un
castigo menor. Para un creyente de solo un dios verdadero las
palabras de perdón son la salvación... Las palabras si calumnian son la
vergüenza que turba el ánimo y deja ese sabor a mala conciencia
por el mal cometido. ¿Será cierto que hacemos el mal porque
ignoramos el bien? Qué no ganarían al menos en salud los que
hacen el mal si supieran que existe el bien. Humilde de corazón,
todo pasa por mirar a los ojos de frente al agraviado y pedir perdón.
No hablo por mi, a no ser que me pisen el juanete
del dedo gordo del pie, el perdón no es consuelo sin una mirada de soslayo. Todo tiene su
afán si hablamos de los monosílabos. Sí. Sin embargo, lo que es sí
para unos no lo es para otras. No. Sea como sea, no entenderse con palabras de madrugada drena el alma y seca el corazón.
Gracias... (de nada)
Buena percepción...
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