lunes, 6 de febrero de 2017

Palabras de madrugada.

Las palabras son casi beatas, igual valen para un roto que para un descosido... Hablo de palabras y digo las mismas palabras. Hay quien dice que las palabras ofenden según cómo se tomen y hay quien dice lo contrario, que ofenden cómo se digan. Quien tenga razón si alguien la tiene es lo de menos, importan las palabras si sirven para convencer. Dizque la calumnia conduce a ninguna parte, o como mucho conduce a conocer a la persona calumniadora. ¿Pero a quién interesa una persona calumniadora? -A nadie. -Ya te digo. Si el asunto va para largo prefiero los monosílabos. Las calumnias que pretenden acallar la verdad o ensuciarla. O sea, ya puede ir entrando un mar hasta el final, como escribí ayer, tropezar con la misma desdicha es tanto como estar muerto. Y yo no quiero morir ni que me maten.

Las palabras sirven para entendernos y conviene escucharlas, valorarlas y decidir, y asumir las consecuencias. Para un reo las palabras de arrepentimiento es un acto encaminado a disminuir o reparar el daño de un delito o facilitar un castigo menor. Para un creyente de solo un dios verdadero las palabras de perdón son la salvación... Las palabras si calumnian son la vergüenza que turba el ánimo y deja ese sabor a mala conciencia por el mal cometido. ¿Será cierto que hacemos el mal porque ignoramos el bien? Qué no ganarían al menos en salud los que hacen el mal si supieran que existe el bien. Humilde de corazón, todo pasa por mirar a los ojos de frente al agraviado y pedir perdón. No hablo por mi, a no ser que me pisen el juanete del dedo gordo del pie, el perdón no es consuelo sin una mirada de soslayo. Todo tiene su afán si hablamos de los monosílabos. Sí. Sin embargo, lo que es sí para unos no lo es para otras. No. Sea como sea, no entenderse con palabras de madrugada drena el alma y seca el corazón. Gracias... (de nada)

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