domingo, 16 de octubre de 2016

Dichosos los dos vivos.

A veces escribo y lo creo. No sé si me explico. No digo que sea verdad o mentira, el caso es que según lo que escribo si me interesa lo creo. Soy un lector interesado. Podía ser todo verdad si no creyera que mi subconsciente tiene algo que ver en lo que escribo. De tantas decepciones en la vida no me fío, y mi subconsciente tampoco. Digo decepciones y soy fruto de una... Y yo qué sabré del subconsciente si no soy consciente de quién soy. Soy la inspiración de alguien: no sé quien soy. No tengo recuerdos de mi pasado. Seré la convicción que engendra el comentario según arranca del teclado. Seré lo que escribo, un sentimiento del corazón tal vez. De ahí las sempiternas dudas. La media certeza de que una fuerza extraña guía mis dedos por el teclado. No sé si hay algo de verdad en esto o es simple fantasía: el eco de tu voz, tus ojos negro azabache, la humedad de tu piel ¿quién eres? Escribo biografías de gente viva en el cementerio. Escribo verdades como puños... podía escribir un libro enfermo de razonamiento. Un hombre olvidado, un hombre extraviado en sí mismo: honor al difunto, los gusanos lo disfrutarán. Una vida pierde el preciado tiempo sin un beso en la mejilla infelizmente muerta: hay muertes que son una gran noticia, no arrancan sonrisas pero dan de comer al hambriento. 

Acumulo años y no ando bien de la cabeza, eso es evidente, ni siquiera me viene mi nombre. A causa de las neuronas que aún me quedan el martes me dijo una joven sin tiempo, ni horario, ni cita ¿qué me diría? Aquellos cables. No renunciaré a mis sueños. Soy un soñador empedernido y no pienso cambiar. De moribundo no salgo si no es contigo, amor. Y si muerto resucitar solo contigo. Amor. Dichosos los dos vivos. Gracias... (de nada).

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