No es normal, pero ayer tarde, porque los medios de comunicación me atormentaron con el fúrtbol que no entiendo, me acerqué a Les Seniaes con la sana idea de arrojar mi dolor de cabeza a la acequia. No es tiempo de Fallas, Semana Santa, ni de aquellas otras fiestas señaladas en el calendario con ruidos, y, sin embargo, los ruidos me vienen a la cabeza. Algo no va bien en mi cabeza. Son asuntos propios y el infierno que sufre la sociedad. No estoy para juegos de palabras: de un tiempo a esta parte escribo con ignominiosa elocuencia dogmas que me llevan a ningún lugar común. No entiendo qué ocurre a mi alrededor, y, más que siempre, escribo días para todos con las mejores intenciones y no me explico. O no me entienden. No estoy preparado para ver lo que otros no vieron. Esta semana veré a la dama que vela mis sueños y no puedo ir con el ánimo vencido. ¡Joder, dona, ni en mis peores tiempos!. Los años altos: la fatiga, las decepciones, y el día que me toca vivir como la bolsa de los valores que sube y bajó, y lleva demasiado tiempo abajo. Mi cartera de valores es ruinosa. No dudo, aunque dudo de casi todo, que formo parte de una sociedad con un futuro sin porvenir, y que algo he de hacer para no enturbiar mi mente con victorias que no son susceptibles de segundas oportunidades. Este pensamiento y otros que mantenco a modo de diálogo con Ian es lo más gratificante que le ofrezco a mi alma empobrecida. Supongo que un mal domingo lo tiene cualquiera. Gracias... (de nada).
Ciertamente...
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