viernes, 14 de octubre de 2016

El amor llama.

El drama que atraviesa el país, es comparable al que atraviesan los trabajadores que no llegan a fin de mes trabajen o no. O los pensionistas con la inflación y el PP. O el PP con el PSOE y qué papeleta la del PP en los juzgados. Los servidores públicos no son públicos ni servidores, son una sociedad anónima. En eso anda uno un viernes de fiar. Pues eso, a esperar que el amor llame a mi puerta, "¿qué hará sino acello? -Pregunta el poeta-. "Nosotros, los que sí sabemos lo que Dios quiere, no debemos pensar solo en lo que es bueno para nosotros mismos. Más bien, debemos ayudar a los que todavía no tienen esa seguridad". Romanos 15:1.

De acuerdo con San Pablo, ahora solo falta que se baje de la burra y se deje ayudar. Desde que en este país se inventaron los coches oficiales no hay burras ni burros, es más, me cuentan mis informadoras que están en periodo de extinción. Agradecidos los esfuerzos por pasar de soslayo, sin favoritismos, la cuestión pasa por dejarse querer. Hace unas fechas hubiera dicho que la cuestión pasaba por dejarse llevar, ahora digo que pasa por dejarse querer. El tiempo todo lo cambia. (Ti, tac, y se acabó).

Pasan los días, pasan los meses y anticipan un desamor, presagios de un desengaño, ay. Lo digo alto y claro: Llamará el amor a mi puerta, y entonces... Un padre vencido en su fe, habla de justicia social y escasos dos años de latrocinio impune, hipocresía celebrada, cara dura, ignominia, desmemoria... y, a partir de ahora miedo. (Miedo a perder lo que nunca fue suyo. Si me dejo querer o no será cuestión de prestar atención a lo que escuche torpe de entendederas. Y el tono de su voz). Gracias... (de nada).

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