sábado, 22 de octubre de 2016

Aún es octubre.

De aquella mujer recuerdo su risa perenne y su alegría, y que al pasar a mi lado acompañaba el saludo con un beso. Creo que la quise apenas conocerla. Y claro que recuerdo aquella tarde que, agradecida, me dio el abrazo más tierno por ser la única persona que había confiado en ella y apostado mi cara en un momento concreto de ofensas hacia su persona. La apoyé cuando el dueño de su partido político la intentó sepuntar con mentiras. Pero no hablo de política sino de amor. Me dijo que significaba mucho para ella que la hubiera defendido y que no lo olvidaría nunca. Como el bolero.

Ahora, cuando pienso en aquella mujer mis dedos se retuercen en el teclado de mi viejo ordenador que me ordena. Mis dedos no son de pianista. Con el tiempo, y lo tengo escrito por ahí, su saludo es la peor ofensa para mí. Veo mal de cerca y de lejos no distingo quién va, olvidadiza con su pasado cambió sus caderas de acera destrozando el sentimiento de amor que debiera imperar entre nosotros.

Una mujer busca su ombligo y no lo encuentra. (Malo). Su ombligo la precede, mientras, el éxito la está matando. No conviene olvidar nuestro origen, quiénes somos, cómo llegamos donde estamos, y algún por qué. No me duele el alma si digo que aquella mujer distraída se ha convertido como la mujer de Lot en estatua de sal. Creo que no lo sabe, o no entiendo por qué deja lamer de su figura salina, por unos y otras, la poca credibilidad que le queda. Esa mujer no será ni su sombra frente el espejo. Haría bien en despojarse de esa mentira que la oprime como una camisa de fuerza. Que diga la verdad, porque no se imagina hasta dónde puede llegar una persona aferrada a una mentira sin valorar sus consecuencias. Una mentira que, de no aseverar con su verdad, se hará tan grande como una bola en caída libre por la ladera de una montaña nevada. En fin, de aquella mujer recuerdo lo que recuerdo, pero eso no importa, importa que aún es octubre, y que su punto de fantasía no le impida llegar a noviembre libre de culpas. Por su bien, el de los suyos, y el de las personas que la precedieron. Amén. Gracias... (de nada).

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