miércoles, 27 de julio de 2016

Peripatético.

Antes de sentarme de nuevo a escribir he preferido, y antes de que asomen por la puerta Ian y Patricia recuperada de su enfermedad -gracias sinceras-, acercarme a les Seniaes donde un día todo comenzó. Donde las líneas paralelas se juntan; donde los que dudan tienen su espacio incontestable; donde una verdad no niega a otra verdad; donde el amor sin poesía no es paradoja de perdón. En Les Seniaes he vivido experiencias maravillosas con amigas que llegaron a ser amores por su gran belleza.

Y caminando recordé el atajo y me acerqué por aquello de que si algo muere algo nace en la distancia. Dicen que la muerte es el tiempo que trascurre mientras le damos el testigo a otra persona. Hay quién asegura que la muerte es la antesala del paraíso; que después de una vida viene otra mejor y que siete vida tiene un gato. Yo, hasta que la ciencia no demuestre con hechos fehacientes que hay algo, vida o lo que sea, más allá de la muerte, opino como la vecina chismosa que sabe más de todo: después de la muerte no hay vida ni nada que se le parezca.

Una mente absurda, tiene verdades por contrastar. ¿Una musa sigue siendo la inspiración de un poeta muerto? La pregunta se la oí a un poeta de renombre en el cementerio. Los muertos son sabios, y más si son poetas, por consiguiente la pregunta tiene pega. Aunque no sabría decir. Cuánto aprenderíamos los que estamos vivos y aún queremos saber. De todas las amigas que me inspiraron una no quiso ser poesía. Solo una. Su visión de la vida era otra y otras sus prioridades. Un día me dijo que si le dieran a elegir entre la poesía y el amor sin dudarlo elegiría el amor aunque fuera desamor.

La semana pasada (recuerden) estuve muerto, y en el cementerio las lágrimas están a la orden del día. Una tragedia. Pero a mí, porque fijo coincidió con otra fiesta, no me vinieron a visitar. Un drama que es más que una tragedia. El asunto fue que lejos de poner la cara triste de morir a los turistas para que se compadecieran de mí y se echaran a llorar, me dio por pensar, por cierto, algo que en vida nunca hice, y llegué a la conclusión que solo la muerte es segura al cien por cien. Así que no hay tiempo que perder. Después de haber vivido una vida sin oraciones de amor necesito una musa que me inspire. Resucité y en esta otra vida he decidido ser poeta. Dama de las buenas madrugadas, deja restregar las escaleras que te vas a matar, no tientes al diablo, y vuelve con tu risa y tu alegría a mi otra vida: sin ti soy menos que nada. Me siento prostituta callejera en tiempos de Aristóteles. 

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