domingo, 17 de julio de 2016

17 de julio de 2.012.

En el aniversario de dona muerta, desde el otro lado, hoy le dedico todas mis horas: dona murió tal día como hoy en 2.012. Siempre en mi recuerdo.

Desde los primeros días mis ausencias y sus juegos ocuparon nuestros días (dona, et vuillc moltisim), a la vez que fuimos creando una complicidad que no sabría explicar. Tampoco sabría explicar aquella mirada en unos ojos enrojecidos: eran sus últimos días. Si antes bastaba una simple mirada para que su cola en acompasado movimiento... joder, dona, ni un te quiero al fin. Palabras iracundas, la muerte llegó para quedarse con su vida. Maldita su muerte.

Según la RAE, don, es presente, regalo, gracia especial, bien natural o sobrenatural, eso fue para mí. Y mi enfermera y mi confesora. La decisión de cumplir con todas las horas de nuestros días juntos sin promesas. Debería haber privado a la muerte de su vida: que hubiera mentido, que nunca existió; no le dieron vida, le negaron aliento, aún nos quedaba mucho de todo por compartir... Vida imperfecta, duda razonable, queríamos vida juntos y la muerte no quiso. El que anota los nuevos amaneceres no quiso y se detuvo. Surgiste de la nada como surge el buen amor, estabas sola, no tenías a nadie, pero exististe y yo estaba allí para quererte. Desde entonces te sigo queriendo. Ayer y hoy y mañana te quiero.

La enfermedad si viene acompañada de la muerte no se detiene... Imposible dejar de pensar en dona, mi canrinyet. A pesar del tiempo y la ausencia duele el alma. La ausencia no quiere decir olvido. El fin no existe, existe todo lo demás, y dona existirá mientras yo viva como regalo de amor sin misterio.

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