Hoy, me apetece celebrar una buena noticia en mi impagable soledad. No soy persona de celebrar las victorias, uno no entiende las contiendas, y si ganar o perder qué importa, y más cuando lo que estaba en juego era la caducidad de alguna. Importan los que sufren. Las familias que se enfrentan y superan cada día la amenaza bandolera: ¿la bolsa o la vida? Eso sí importa, porque de cualquier manera sería la muerte al no poder comer hoy y mañana. Importan los que tienen sed de justicia: ¿pago la luz o doy de comer a mis hijos? Por dar de comer a sus hijos, un padre, justificaría lo injustificable; incluyo la Ley de Talión. Importan, claro que importan los trabajadores explotados por los amigos empresarios de Rajoy que sonrojan al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Culpables los políticos indecentes.
Hoy, al cerrar el capítulo del atropello laboral de ayer soy más feliz, y mañana, y después de mañana, y al día siguiente. Todos los días del porvenir serán de belleza ideal. Tengo fundadas sospechas que la caducidad de alguna propiciará que los miserables validados por Víctor Hugo volverán a sus miserias y nada ni nadie alterará mi psique y podré volver a escribir el día que me gusta vivir. Escribir me salva de caer en la tentación de situar a Les Seniaes en el Reino de los Cielos. Con el perdón. Pido sinceras disculpas por sacar a pasear palabras de duelo. Gracias... (de nada).
Muy lógico...
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