Ian y Kristel a lo suyo: -¿Cuánto quieres a la tia? -A montó. Y yo a lo mío: Me gusta el verano, pero más la primavera. Será que lo que tenga que ser, ni verano ni primavera, otoño. También vale, porque al fin podré volver con Ian y Patricia a pasear a Les Seniaes que tanto deseo. Aquel calor que se masticaba en agosto por demás asfixiante será materia del pasado. El pasado no me interesa. Soy más de vivir el día según amanece. Me gusta leer libros o si me apetece escribir escribo y entremedias tomar café en mi impagable soledad. Y de cuando en vez a visitar a Kristel en su casa de Valencia. Ciudad hermosa Valencia, y si fuera más pequeña, ay. Valencia es una ciudad realmente hermosa pero grande. Kristel me comenta que en el jardín de sus sueños hay malas yerbas que convendría arrancar de raíz... Esas malas yerbas son pesadillas. Kristel me necesita y dos semanas es demasiado tiempo si hablamos de amor. Siempre tan ocupada, apenas tiene tiempo para mis besos, aunque busca y encuentra un hueco entre sus asuntos inaplazables. Nos necesitamos. Un padre apoya a su hija, eso es natural, y una hija se deja querer y quiere. El problema no es el olvido. En los años altos el problema es la distancia y esa maldita carretera cada vez más estrecha y menos fiable. Nos une el amor de siempre. Uno llega hasta donde alcanza su mirada y en adelante que entre un mar por donde quiera. Se me va la vida. Disculpen, se nos va la vida... No la dejemos escapar sin disfrutarla a fondo. Cuantas menos disculpas mejor que bien. No es cierto que hayamos venido a este mundo a sufrir. Gracias.
Ciertamente interesante...
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