Ayer nombré a Eugenio y he de confesar que aún no tengo superada su muerte.
Eugenio era Eugenio. Su vida fue un ejemplo para mí.
Su colindancia cercana, tal vez porque la comparo con él, me deja triste de morir a cada encuentro.
Eugenio era Eugenio. Puso el listón muy alto.
No pasaba de soslayo por la vida y antes de que alguien le pidiera ayuda le había ayudado.
Eugenio era Eugenio. Veía lo que nadie veía.
En Les Seniaes, sus andares dejaban huella, hacía camino al andar, como el poeta.
Eugenio era Eugenio. Nada se le ponía cuesta arriba.
Era un hombre campechano, honesto, leal, amigo de sus amigos y de sus enemigos si es que los tenía.
Eugenio era, o sigue siendo Eugenio.
De Eugenio echo en falta su tertuliar ameno, su humanidad, su reflexionar, su sabiduría. Eugenio fue de las personas que más han influido en mi vida... Lo echo de menos. Especialmente cuando no entiendo el comportamiento de un pueblo que aún no ha conseguido encontrar su camino. Es lento, muy lento y doloroso el proceso de olvidar; demasiado lento para mí. Hasta siempre, querido amigo, hasta siempre o hasta luego. Hasta que nos volvamos a encontrar por Les Seniaes. Quizá ya ocurrió. Nunca huí ante cualquier suceso inoportuno, pero no dejo de arrastrar mis pasos por Les Seniaes en tu busca o en mi busca... No paro de vomitar hábitos penitentes que alguna y otros tratan de justificar. ¡Joder, dona!. Se lo dije esta mañana a mi esposa tomando café: hoy no soy una agradable compañía. Si lo fui algún día. Me siento perdido. Gracias... (de nada).
Bien !
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