sábado, 20 de febrero de 2016

Es sábado.

Es sábado, un día como otro cualquiera si consideramos que un sábado de fieles difuntos sin difuntos no es lo mismo. En mí vida sobra la monotonía. A pesar de todo, no descarto un muerto o dos antes de que acabe el día. Doblarán las campanas. Las plañideras están al tanto.

Esta noche apareció de nuevo en mis sueños: Iluso de mí ¡ay, de mí!, creí que me diría algo. Ya no le intereso. Es ella, y me tiene que preguntar cómo me va la salud, la ansiedad que me somete, y los dientes de mi nieto. Mis sueños son su exclusiva. Harto me tiene de sus idas y avenidas, de su atajo. Le daré un ultimátum: me toma o me deja. Como el Papa de Roma, si me pegan yo pego. Volveré a pasar por su casa cuando menos lo espere a decirle lo más bonito que se me ocurra porque quizás el silencio tenga su origen en la salud. Corren malos tiempos para el amor y peores para la salud. Los años no perdonan y el maligno lo sabe.

Me gustaría que me contara algún chisme del que poder escribir. No me inspira como antes. Hablando de Roma y del Papa de visita por su país ¿qué? Lo vió en plena forma, le parece como dice de esos que no ponen la otra mejilla. Nada es lo que era, ni el Papa de Roma que ya es decir. ¿A dónde iremos a parar en este plan? Y más, los señores dueños de los partidos políticos, entre la lucha feroz que mantienen por salir en los informativos, nos anuncian a bombo y platillo que llegarán a un acuerdo de gobierno en breves porque los pormenores están a punto de caramelo. Esfuerzo titánico en dos meses que llevan mareándonos. De ser verdad, creo que llegarán tarde: la sociedad está muy perjudicada.

Por cierto, pido disculpas porpue es una maldad: ¿no notan cierto parecido en las declaraciones del Papa de Roma con las del cuñado de Rita Barberá: "Si yo me entero que mi mujer ha dado mil euros la corro a bofetadas". Vamos de mal a mucho peor. Les puedo asegurar que este país no hay paragüero que lo enfile, con gobierno o sin gobierno. Ojalá me equivoque. Se les quiere.

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