martes, 16 de febrero de 2016

La espera.

Una noche desvelada en la cama junto al amor que finalmente encontrarás lejos de la playa. (A veces no sabemos lo que ganamos hasta que lo perdemos).

-"Tú ven y hablamos".
(Para ir y hablar
no es menester esperar).
-"No te preocupes, cuando sepa algo te llamo".

No mintió porque no sabe nada y no llama. Razones son amores. En nada hemos cambiado. Nos marean porque con el disimulo les basta. Los recursos siguen siendo del Estado, pero están en manos de los de siempre al servicio de la clase dirigente en este bendito país. A Kristel le digo que tenga fe y una pizca menos de inocencia por si un aquello no llama, pero está muy ilusionada y lo pasa mal. En mí no cabe el asombro por la palabra dada e incumplida pero en ella cabe además la realidad que interactúa en el espacio libre: el porvenir. Si algún día llegara el tan cacareado porvenir no sabríamos qué hacer con él. La espera desespera. No penes, mi niña, y no cambies la cara de tus alegrías por otra más dura, aunque la valide el mismísimo Alejandro Dumas. Nunca llovió que no parase. Cuando al alba escribo y rememoro tu partida siempre te veo inspirando el día. Mi niña, eres fuente inspiradora de quienes tienen la suerte de conocerte. A tu lado.

Unos dirán...
Otros comprenden
y callan.
Nos sobran sus calladas palabras.

Yo seré un libro viejo y sabio, y más comprensible con tus inquietudes:
yo te diré a todas horas del día que nada ocurre por casualidad.
(A más dilección mayores las posibilidades). 
No pierdas la esperanza.

Te quiero.

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