Del refranero español: "más vale ser cabeza de ratón que cola de león", se refiere a la prerrogativa o importancia que un individuo posee en un pequeño grupo, bien sea laboral o cualquier otro. Como puedo elegir me quedo con lo laboral. Y voy al caso que hoy me obliga a escribir: Hay quien sin ser nada -pero nada de nada, pueden creerme- le cae del cielo el título de microempresario y nada más llegar coge el título y se sienta en el sillón anatómico forense de su despacho y empieza a cagar fuera de la pota. Aunque estreñido debía estar en el caso que nos ocupa, ya que tardó cuatro meses en contestar al trabajador acerca de los derechos laborales que reclamaba. El trabajador no reclamaba la luna, sino el derecho adquirido al aprobar en oposición libre, bajo el principio de igualdad, mérito, capacidad, transparencia jurídica, y en fin, lo que la ley de la Función Pública requiere para opositar a la Administración Pública. Sin embargo, el susodicho, como acababa de llegar y no sabía lo que ahora sabe, preguntó al más listo de la clase que abrió "baúl de los recuerdos" y sacó el tan memorable "coste cero" y bajo ese criterio firmo un decreto negándole su derecho al trabajador y eso fue todo. Todo sería si lo fuera, como de cuando en vez digo: "si lo fuera". La justicia tarda, pero llega. Entonces, mientras llega, el trabajador cogió unas vacaciones pagadas hasta que el microempresario se informe por quién sabe de verdad, un abogado laboralista, por ejemplo, y no por el más listo de la clase... (Uy, perdón, me cuentan que una secretaria municipal que sabe leer le explicó el caso no antes de darle dos hostias -lo de las hostias está por contrastar- y ya está redactando el nuevo decreto. Solo queda que el trabajador vuelva -si vuelve- de las vacaciones pagadas y después de aclarar lo que se tenga que aclarar, besos y abrazos). Gracias.
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