En la época actual, las nuevas ideas, los movimientos y los conceptos cambian a cada instante. Parece como si bailáramos todos una danza al mismo tiempo. Lo diferente cambia el ritmo. Y la danza es inevitable. Es inevitable como la búsqueda de supervivencia en aspectos sociales, espirituales, económicos, intelectuales que imprimen a nuestra existencia los elementos del ritmo. Cada individuo crea su propia música y su estilo. Sus motivos personales. Y todos reaccionamos en forma distinta, de acuerdo con las circunstancias. Somos individuales y universales, singulares y plurales, uno, otra y los diferentes (tengan cuidado con los diferentes, acabarán asustándoles). Por eso tenemos que abrir la conciencia del momento a nuestros días:
A los que conservan la fe y su magia en el silencio.
A la tierra, la piedra y el árbol. Y el agua.
A la eternidad de un momento transitorio.
A los marginados, los dementes, los sabios y los iluminados (redundante hasta la muerte).
Vivimos momentos de agitación y de monotonía.
Ambiciones y sueños,
alegría y tristeza,
confianza y miedo,
ira y control.
Al orden en el caos.
Seguridad o incertidumbre,
debilidad o fuerza,
luz u oscuridad,
amor o desamor.
Buenos y malos,
blancos y negros,
ricos y pobres,
altos y bajos,
guapos y feos,
gordos y flacos,
viejos y jóvenes.
En este universo casi perfecto, más o menos, así, tan compleja, es la danza de la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario