En un mundo en permanente cambio, alienta la palabra, la orquestación de su mística y el colorido de la poesía; al tiempo que alimenta la renovación del pensamiento. Esto nos demanda el activo de un sincero diálogo entre variados pareceres, la buena vecindad y el espíritu reconciliador pasan a escena. Lo significativo radica en entusiasmarse para observar y vernos en un futuro compartido, que es lo que realmente nos avitualla como sociedad. No olvidemos que en la adversidad cualquier persona es salvada por la lealtad, la palabra, también por la esperanza. Por eso agrandar los vínculos familiares contribuye a generar la cultura del verso y la comunión, nuestro gran horizonte de amor y vida, de justicia y armonía. Se trata de crecer, y para ello hay que renovarse, caminar juntos y nunca encerrarnos en nosotros, escuchándonos con sosiego. Tenemos que sacudirnos el polvo del pasado, respirar el presente profundo, crear sueños y tomar la energía de los afectos para encauzar un porvenir que purifique nuestro interior. La familia, cuna y escuela. Una idea egoísta apoyada en lo material nos derrumba por completo, pues nos deja sin principios y valores deshumanizándonos por completo. Olvidamos que hacer genealogía es promesa de plenitud, gestación de un porvenir ilusionante y de un bendito amor que nos abraza para fortalecernos. Gracias.
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