Qué quieres que te diga: no te veo bien. Nada gano con mentir, ni pierdo, me es indiferente cómo te vaya la posteridad. Sus asuntos inaplazables que hiciste tuyos sin pensar lo que hacías ni donde te metías, culpables (a pesar de que llegaron a tus oídos datos de suma gravedad). Las cosas por aquel entonces no estaban bien; las cosas nunca estuvieron bien. Te advertí de lo que ocurría, recuerda, y no me creíste, creíste a todos menos a mí por ser de parte de padre, incluyo al más listo de la clase cuando te aseguró que te saldría a "coste cero", un regalo para cuadrar las cuentas. ¿Qué cuentas? No te desesperes si piensas que Dios nuestro Señor te acerca a tu tenebroso destino de puertas cerradas, te puedo asegurar que una de esas puertas en un momento súbito y efímero se abrirá porque es el acceso a la reconciliación. No, no te veo bien, pero no por la calle, por la calle no te veo ni bien ni mal, sencillamente no te veo. Te veo mal en las redes, y en tu despacho te presiento a grito herido. No estás en este mundo, desde luego estás ido. Tal vez, y no quiero darte ideas, si llevas (nunca es tarde) a "la que no debe ser nombrada" a la fiscalía y si quiere que entre un mar en Les Seniaes o se suicide la falsedad en las cuentas por estar ocho años de vacaciones tomando el sol vuelta y vuelta en la playa. (Asume las consecuencias y amén). Gracias.
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