Alguna reflexión se debiera extraer de esta muerte, y sobre todo de esa vida. Un hombre bueno ha muerto. Paz a los restos.
Se llamaba Emilio y hoy ha muerto. O se puede decir que quien ha muerto ha sido la esperanza que agonizaba desde hace tiempo. A su manera hizo de las derrotas un monumento a la vida sin líderes ni banderas. Amó a su familia. Declaró Santa la Poesía, denunció descuidos de la María desde un perturbador de soslayo e hizo suyo el dolor ajeno. Llevaba tiempo metido en una fea paranoia: un día pa´lante, dos pa´trás, pero siempre por un camino cercano al paraíso donde todo comenzó hace ahora mil años: Les Seniaes. Emilio fue un hombre probo y no ahorró esfuerzos en favorecer a su colindancia, sin embargo, en vez de echar al enajenado de su cabeza lo dio a conocer con naturalidad (debilidad, tal vez) que pagó con aislamiento y dejadez. Ese fue su error, esa su tragedia. Si un minuto de silencio por su alma reparara su jaula de locos como se repara la muerte en el cementerio. Si un minuto de silencio por cada mirada de soslayo, cada instante, cada lágrima, cada pueblo. Si un minuto de silencio honrara su voluntad sin importar su origen ni el dolor que imponen los adioses, el discrimen detestable y los nauseabundos prejuicios. Si un minuto de silencio recompensara su inconsciencia. Si un Emilio inquebrantable en toda palabra dada. Si un Emilio a pecho descubierto se explayara. Si un Emilio se viera agonizar en sus sueños. No hace mucho, quizá buscando acomodo para sus huesos recaló en el Camposanto: "prohibido caminar mirando a las estrellas", "prohibido saborear las mieles de otros labios", "prohibido emborracharse y abrazado a una farola canturrear Asturias Patria Querida", "prohibido escribir entrelíneas al bendito amor". Recaló en el Camposanto y a poco se queda, pero a la María gracias, en un descuido pecó. Y al pecar recordó cosas olvidadas que son indispensables en el equipaje de la vida. Y recordó que poder es querer. Y recordó la alegría perenne y la confianza de quien no se rinde en cualquier circunstancia. Y recordó el canto de la auténtica verdad. Y recordó las razones por las que el amigo camarada da la vida en defensa de una causa. Y recordó que amó a su patria con el orgullo inflexible para sentirla en lo profundo del corazón. Y recordó que hay que vivir compartiendo el día, puesto que, la muerte burlona y dulce nos acompaña en todas las acciones que emprendemos. Y recordó, también, que estamos condenados a vivir. Desafortunada paradoja. Emilio era poeta de matapoesía y escribió su muerte y hoy ha muerto (redundante hasta la muerte). A nadie le importa si murió de pena o lo mató su innegable capacidad para la autodestrucción.
En de soslayo. Martes, 10 de diciembre de un cumpleaños feliz.
¡Japy berdey tu yu!
ResponderEliminar¡Japy berdey tu yu!
¡Japy berdey Emilio!amigo que
¡Japy berdey tu yu!
Felicidades al hacedor de versos con causa y efecto.
Felicidades al escritor inquebrantable
Felicidades al poeta de la musa desempleada, pero sobre todo al extraño amigo que perdiste y resiste a una amiga tan extraña como sus letras.
Un abrazo querido Emilio, te quiero 🤗🤗🤗🕺💃☕☕🍪🍪🍪
Siempre ahí. Gracias. Te quiero. Beso.
ResponderEliminarSalud.