"Esperanza, araña negra del atardecer. Tú paras no lejos de mi cuerpo abandonado, andas en torno a mí, rápida, tejiendo inconsistentes hilos invisibles, te acercas porfiada y me acaricias casi con tu sombra pesada y leve a un tiempo. Agazapada bajo las piedras y las horas, esperaste, paciente, la llegada de esta tarde en la que nada es ya posible. Mi corazón: tu nido. Muerde en él, esperanza". (Ángel González). Hay versos que parecen dedicados a quien ha perdido la esperanza y asoman con el viento entibiado de la mañana, es decir, la salud, la familia, la crisis, la economía y la soledad mal llevada que lastima la razón. Sucesivos años llevando las de ganar, la realidad da a entender que acaba la luna de miel y hay que archivar parte del pasado que sirvió al principio de aquel tiempo para lograr grandes metas. El éxito del pasado no garantiza el presente ni da certidumbre al futuro. Corren tiempos indignos que se enfrentan al reto que advierte los citados versos a la esperanza. (Al poeta Ángel González le debo dejar de evocarte, de pensarte, y muy pronto de escribirte. Quiero curarme de ti). Gracias.
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