domingo, 23 de octubre de 2022

El poder de la fe.

Cada día bien de mañana paso en bicicleta por delante del cementerio y nunca paro, por Dios: ¿Qué perdí yo ahí? Pero hoy había campeonato de pescadores y estaba abarrotado de coches y cañas de pescar. También había pescadores, pero eran los menos y estaban almorzando. Entonces tuve que parar y esperar a que despejaran la carretera. El tema que me obliga a escribir no son los pescadores que creen que una caña de pescar les da permiso, además de huir de casa, ser dueños del río, el tema que me obliga a escribir es cómo huele el cementerio. Estuve de visita en el Congreso de los Diputados y huele peor que en el cementerio. Tengo decidido el día después de mi muerte, pero si cambió de religión tendré que resucitar. Le diré: Señor, es lo que quiero, resucitar, aquí huele mal y en otro sitio peor. Además, he dejado por escribir el día, y no sería una disculpa, porque un día por otro no encontré unos minutos para pedir disculpas ni mirarme reflejado en otros ojos. No quiero luces en un mundo de tristeza. Me reiré del sollozo hipócrita, pediré perdón y que Él decida cuando vuelvo. Gracias.

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