Alexia, amor, cómo fue que me perdí tu infancia ... De niña a mujer. Y ahora me cuentan que te has enamorado de otro amor más joven. Veinte años son nada para el tango de Gardel, y mil de vidas para mí. Alexia, yo te quería solo para mí ... Para el amor el azahar y un poema. Para ti, además, mis deseos de inmensa felicidad. Mis pensamientos se nutren de evidencias y paranoias cuando la realidad es contraria a mis deseos. No, Alexia, no me perdí tu infancia, te vi crecer y recuerdo todos los días desde tu nacimiento. Mis pensamientos y mis deseos siempre estuvieron contigo para que no fueras vana esperanza.
Últimamente deambulo por el pasado y me acaba llevando al origen de todo y al principio del fin. A una tarde de verano que duró lo que dure. Qué alegría sentirte de nuevo, Alexia. Qué feliz me hará abrazarte. Aquella tarde de verano nos miramos a los ojos sin cambiar de acera. Tal vez no sepas que sigo allí, en la misma acera, a la misma hora y con la mirada clavada en el deseo de que se pongan en verde las cosas para ir en tu busca. Como viejo que le cuesta coordinar sus pasos y su vista llegué a pensar que las cosas estarían siempre en rojo y consulté a sabios y doctores la manera de ser daltoniano. No sé si las cosas han cambiado, no lo sé, pero en los años altos no puedo permitir que arruinen mi vida. (Siempre Alexia). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario