Una amiga de cerca tal vez sea ese amor por el que merece la pena correr riesgos, pero una amiga de lejos es lo que es: un enigma del que nadie se puede fiar. Como Rajoy, un ser surrealista que no sabes si sube o baja, si se queda o ya se ha ido.
Dos eran dos, y pesar de que se habían prometido amistad, ninguno quiso cambiar de acera y volver a empezar después de olvidar lo que nunca debió suceder ni merece la pena recordar. Ella no y él tampoco. Eligieron otra vida para recomenzar de darse las circunstancias a la amistad, la familia, y los hijos primero. No fueron capaces de dar lo mejor de sí mismos. De dos una, repartió desprecios por donde pudo y uno, como un Quijote sin Mancha, se encerró en un molino de viento a escribir el día y leer y leer. Sea como fuere los dos perdieron lo que más querían: El uno al otro. Y la poesía que los podía haber unido se desentendió de los dos por falta de voluntad. Hasta el peor de los poetas hubiera realizado el milagro en el momento que se dieron cuenta que el uno sin el otro eran apenas. Pero dos eran dos y las pocas ganas hizo el resto. Hay tristezas peores que una sentencia de muerte. (Aún no se inventó el ansiolítico para el desánimo que la amistad de dos sobrelleva). Gracias.
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