domingo, 3 de febrero de 2019

Tú hablarás y yo escucharé. (Y dos).

Los domingos de ir a misa y cantar la verdad son más tristes que el tango más triste de Carlos Gardel. Y ya es decir.

Con nada que hacer y escaso de imaginación, pero preocupado por la amiga ida de ayer (soy todo corazón), en misa hablé con Él para que me permitiera pasar por el Ángel Custodio de su alma y guiar sus pasos en la cotidianidad de sus días y de no lograrlo facilitarle el ascenso a los cielos. Porque nadie conforme con el Señor se siente desamparado. Ella sufre por su presente y a más por su futuro, por el porvenir deseado que no llega. Bendiciones inagotables. Nada bueno sucederá hasta que abrace la fe, se perdone y silencie las expectativas propias de la vanidad y el despilfarro. Un Ángel Custodio está cerca de cambiar la historia de su vida, esa es la esperanza: por una amiga ida y el doblar de su esquina preferida. No es poesía, es la realidad que ha elegido vivir y ni se imagina cómo enfrentarse a ella porque llueve y llueve sobre mojado. (Escribo esta crítica sabiendo que dará en loco mientras la ojeriza y la enemistad y la estupidez y etcétera nublen su conciencia). Gracias.

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