Nuestros antagonistas nos ayudan a luchar contra nuestras sempiternas debilidades. Viene la reflexión al enunciado porque mi equipo de fútbol favorito el pasado año perdió la categoría en la que jugaba y este año la volverá a perder porque pierde más que gana y como yo no quiero perder cambié de equipo favorito. Lo podía haber dejado ahí pero no: se lo dije a un vecino que conoce mi pasión por el fútbol y me llamó chaquetero y otro vecino que pasaba por allí manifestó que yo no era de allí, asturiano -quiso decir-, era de aquí, valenciano. Me conocen, por lo tanto, saben que soy de aquí, de allí, soy de quien me quiera. Solo uno sabía de qué hablaba. Yo no estoy para compromisos eternos, tampoco para batallas que no sean familiares, o amistades peligrosas si así se consideran. El amor es selectivo, no me canso. Ian si no le quieres no te quiere, y si no te quiere te da una patada en la espinilla. Mi existir está justificado y no rindo cuentas a nadie sino a la salud para vivir los días que me quedan de la mejor manera. No pienso tirarme a la piscina si no es con todas las garantías. Esta situación me obliga a preguntame: ¿Por quién doblan las campanas?
Las campanas doblan por ti.
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
Autor: John Donne.
Muy bueno ...
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