Comprendo que haya personas que no estén preparadas para entender ni siquiera aceptar como irrefutable una sentencia (joder, lo que cuesta aceptar una sentencia en contra de nuestras vanidades, también la palabra, la palabra; de cumplirla no hablo), aunque una y otra se debieran aceptar por compromiso, para llevarse bien o porque lo diga un juez y por respetar la propia palabra, la palabra. Y yo, mucho bla, bla, bla acerca de meterme a monja de clausura y a la hora de creer en Dios me echo para atrás. Será eso lo que les pasa a uno y otra con una sentencia judicial y con la palabra, la palabra. Pues vuelvo a pensar y pienso que si Dios espera a que deje atado y bien atado mis asuntos inaplazables estaré preparado para meterme a monja de clausura y trabajar por la incredulidad de la gente. Ay, pero qué pereza: no soy persona de comprometerme y no sé si trabajar por los demás, sea por incredulidad o para obligarlos a satisfacer la palabra, porque la sentencia de un juez se cumple. (Va a ser cierto que la solución al problema pasa por identificarlo y aceptar su origen. Ya que después de dar no se puede quitar. Pienso que debo parar de disimular y confiar en el único que quiere, puede y lo hará: Donald Trump). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario