Ayer mi esposa y yo fuimos de visita a Valencia. ¡Qué!. Como si en Valencia ocurrieran inundaciones provocadas por lluvias torrenciales y las familias estuvieran pordioseando después de meses esperando por las ayudas prometidas... mi niña... mi niña... Gracias a la Mare de Déu dels Desamparats Mazón lo tiene controlado. No sé yo si no estuviera esa Mare de Déu en su cotidiano quehacer... Y el general rehabilitador y Pérez Ayuso con sus oraciones. Fuimos de visita a Valencia y no fueron a recibirnos a la estación, y eso que mi esposa había hablado con el alcalde del Pueblo de Patricia para que organizara con los nuestros un recibimiento exclusivo, como mi esposa y yo merecemos, con gente importante, ya me entienden. Quizás al alcalde como aquí, no le hacen caso allí, pero eso no lo sé. Sé que fuimos a Valencia y no fueron a recibirnos a la estación (joder, me ofendió que en Valencia no supieran apreciar nuestro exclusivo encanto). Incluso saludé al factor y no respondió. Qué poca vergüenza. (Y dale). Y al interventor le saqué la lengua a modo de desprecio. (Y sigue). Entonces me di cuenta de que tanta indiferencia solo podía responder a una ceguera generalizada, o vivían al margen de la realidad. (Conclusión: los teléfonos móviles deben prohibirse o venderlos como repelentes de moscas y de visitantes del Pueblo de Patricia). Gracias.
que curioso viaje...
ResponderEliminary aquella sintomatología también se da acá, hemos sido abducidos por esas pantallitas...
Cierto, Carlos, el mundo está abducido por esas pantallitas que dices. Gracias.
ResponderEliminarSalud.