El miedo que tienes, dijo don Quijote, te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son. Si es que tanto temes, retírate y dejarme solo, que solo basto a dar victoria a quien yo diere mi ayuda. Y diciendo esto puso las espuelas a Rocinante y puesta la lanza en el ristre bajó de la costezuela como un rayo. (Don Quijote. Edición primera parte. Capítulo XVIII (3 de 4).
Suena el timbre de casa y temo lo peor, y no vale que lo desconecte, porque entonces suena el teléfono. El miedo o los efectos del miedo. Yo somatizo el cuerpo y vivo sin vivir en mí. Lo que no sabía es que el miedo de uno lo puede padecer otro. Lo que no se aprende en los libros no se aprende y vives a expensas de los demás. Ejemplo: el miedo de Don Quijote lo sufre Sancho pues Don Quijote, torpe de entendederas, no ve peligro en nada. Traigo a de soslayo el miedo y el peligro porque a mí no me interesa: no es cierto que yo tenga miedo, pero peno por los demás. Yo vivo sin miedo y sin peligro, pero alguno de mi entorno cercano vive con miedo y con peligro. El miedo aparece como ese amigo gorrón que a veces nombro sin esperarlo, o la enfermedad, o el amor. El miedo es desconfianza, es temer que lo peor está por llegar. Y el peligro es el que está ahí día y noche pero no se ve. No ver el peligro es como vivir en la cima del éxito y viva la vida. (Disculpe, ¿me firma un autógrafo). El miedo y el peligro a veces van de la mano y son malos compañeros de viaje, y, si además, se lleva el autoengaño en la mochila entonces apaga y vámonos. Gracias.
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