viernes, 11 de agosto de 2017

Y se ríe.

La dama que no me deja ir me dijo que saliera de casa y que me relacionara con la gente, que las relaciones sociales son estupendas y evitan caer en la depresión. El aislamiento social y la soledad mal llevada atentan contra la vida, en especial la vida de los más viejos. Probe, estudió para eso y quizá pensaba en mí cuando estudió para eso. Eso lo sé yo y lo sabe todo el mundo, lo que no sabe todo el mundo, en particular ella, que Eugenio ha muerto y dona también, y el pueblo no tuvo recambio para Eugenio y tampoco yo lo tuve para dona. Y luego quieren que salga de casa...

Mi esposa también me dice que salga de casa, que vaya al bar a almorzar y chismorrear con unos de una. No salgo de casa porque mi compañía es triste de morir y no tengo derecho a amargar el bocadillo a unos y chismorrear de una menos: yo no soy de esas. Diferente sería que yo supiera lo que ellos saben, entonces sí, o tampoco, porque no tenemos nada en común. Ni campos de naranjos ni sé de fúrtbol, perdón, Ángel María Villar ya no es presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y debo llamar fútbol al fútbol y no fúrtbol. Cada cosa por su nombre. Hay que aprender y ponerse al día, aunque el día sea de otros. Creo que me estoy haciendo viejo más deprisa de lo que tenía previsto. Joder, dona, me estoy yendo y no sé cómo evitarlo. Un problema me tiene atarantado y tiene que ver con la familia. Un problema familiar si no se toman medidas correctoras acarrea graves consecuencias psíquicas y tal vez de longevidad. Se pudiera decir que ya no me queda gaita que tocar en este entierro. En los años bajos dediqué los días a los asuntos inaplazables y en los altos estoy perdido como un poema que no se deja explicar bajo la luz de un descarado plenilunio. Remontaré o no. ¡Mátame camión!. Me ve desparramado por el suelo y se ríe. Y se ríe. (Por la riera se ve bajar a cuatro personas con un ataúd al hombro, ojalá y no llueva ni sea yo). Gracias.

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