El reencuentro es obligado. Me cuentan, y es una voz en grito en el pueblo de Patricia, que tu salud mental va de mal a peor. No había motivos para tanto atropello continuado. Tampoco has sido legal con esos principios que prometiste defender. A pesar de estar seguro que en un principio te ocultaron que llevaba tiempo intentando hablar contigo para que me explicaras los motivos que te alejaron de mí (duele el silencio) no dejé de quererte. También duele saber que con la verdad en la mano te aliaras con la mentira. Eres toda una contradicción. Y a qué santo te encomendaste para hacerme llegar, cuando la verdad se dio a conocer por sí sola, tus disculpas por delegación... Yo no guardo ni regalo rencor, además ya ni recuerdo cuánto hace que cerré el caso. Eso sí, no sigas devorando tu dignidad ni los derechos fundamentales de la gente honrada (primero el uno, después el dos, y así sucesivamente), no saltes las normas, no permitas que todo sea más doloroso. Y deja de cantar por los arrabales, como aquel tango tristón, que te importa un carajo lo que piensen de ti porque entre todos te están enterrando en vida. Y a él, no seas cruel, cuanto menos dile que deje de añadir indiferencia a la mentira que has creado. Yo no soy tu enemigo, tu enemigo eres tú, haz memoria.
Me gustaría ir y dejarte volar con viento de buena madrugada, pero sigues haciendo lo que no debes y tal vez vuelva con otra de tus meteduras de pata de banco: la confección de la lista no tiene nombre: no te dejes llevar. Ojalá y que te vaya bonito y no sufras: Vigila tu salud mental, no juegues a ser más fuerte de lo que realmente eres. Por mi parte nada está perdido, te ofrezco mi corazón y mi ayuda si la quieres. Baja de la nube. Gracias.
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