martes, 8 de agosto de 2017

Tú cambia de vida.

Te levantas ves amanecer y bostezas. Negativo. Diferente sería que te levantases vieras amanecer y considerases un día ideal para cambiar de vida. Eso sería excelente porque tu vida no es tuya. Pero es una gaita cambiar de vida con lo que cuesta simplemente cambiar el paso. Te acostumbras a la monotonía y ocurre lo que ocurre. Sin embargo, a veces vas a tu ritmo y tienes que cambiar el paso porque si no te atropellan te estrellas. Y la hostia de antología. Es necesario cambiar de vida cuando se agotan las posibilidades de alcanzar un sueño o algo hermoso no suena a nota musical de Bach. Escucha esa voz interior: Cuando amanece y el día no te da ánimo, cuando al abrir la ventana no te gusta lo que ves, cuando el viento viene de cara, cuando el trabajo te amarga, cuando sientes tus piernas flaquear, tú cambia de vida. Cuando un amor se adueña de tu corazón pero te hace mal, cuando lo que sea te perjudica la salud, cuando no sabes qué hacer ni qué decir y no te explicas cómo has podido llegar a esa situación de honda penumbra, tú cambia de vida. Pero no cambies por la vida de otra gente, cambia por una vida que lleve tu nombre. ¿Recuerdas esa tarta de chocolate que te vuelve loca, que te engorda y te perjudica la salud? ¿Recuerdas esa tarta de chocolate cuando vas a comprar pan y la ves recién salida del horno y a pesar de todo eres incapaz de decir no? ¿Recuerdas? Recordar a veces es morir.

Si un ángel visitó a María y le dijo que concebirá al Salvador y lo concibió, y si una zarza ardió en el monte Horeb sin consumirse, ¿comprendes? Cambiar de vida no es difícil si consideras que te está matando. No puedes lograr un día ideal para cambiar de vida si al ver amanecer le bostezas. Existe otra vida mejor: tu propia vida. Por último, aunque sé que no lo entiendas porque vuelves una y otra vez más: por el mismo camino llegarás al mismo lugar. Si quieres ir a otro lugar elige otro camino. Gracias.

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