viernes, 9 de diciembre de 2016

Respetuoso silencio.

El informático me dijo: "No sea usted miserable y cómprese un ordenador nuevo que atienda sus necesidades".
Deshacedor de agravios, quiero mi ordenador que me ordena, quiero volver al amor y la santa poesía. Estoy harto de ver lo que nadie ve cuando no me ve. Harto de escribir una realidad perniciosa. Mi nuevo ordenador que me ordena y causa espanto culpable. Quiero mi ordenador que me ordena solo amar... Lo peor del amor es el recuerdo.

Pregunto y nadie sabe... ¿decisión pusilánime, para qué sirve la palabra? Así nunca volveremos a la verdad, al amor de un día... Desahogo, alivio la pena. El silencio no da la felicidad, ni la indiferencia inteligencia para alcanzar el éxito. La verdad viene acompañada de la fe. El atajo es la fe. ¿Qué nos obliga a caer en manos de la irresponsabilidad? Si alguien nos obliga a hacer lo que no queremos no nos quiere bien o nos utiliza para fines espurios. ¿Quién tiene más poder que uno mismo a la hora de tomar una decisión que solo a él le atañe? Si la conciencia es el conocimiento del bien y del mal que nos permite obrar, la consciencia reconoce la realidad que nos toca vivir. Conciencia, consciencia, consecuencia que enlaza irremisiblemente con dos premisas. Silogismo. ¿Sí o no? He ahí el dilema.

La ignominia traiciona la confianza depositada en las urnas. Si el salario es la remuneración dineraria a cambio de un trabajo realizado, el voto a un político debiera ser al final de la legislatura echaremos cuentas. (Gaitero pagado nunca bien tocó). Gracias... (de nada).

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