jueves, 29 de diciembre de 2016

La casa de los naufragios.

De repente llueve y me trae a la memoria lluvia de lágrimas como recuerdo. ¿Sigues enfadada por aquello? Aquello a mí me suena a antiguo. Pasó mucho tiempo y sigue lloviendo lágrimas de impotencia por tus mejillas. Quiero para ti lágrimas de alegría. Naufragas en tus lágrimas de impotencia. Ya te vale: nadie es culpable.

Te preguntarás qué sabré yo si llueve lágrimas de impotencia o de alegría por tus mejillas, y si naufragas en ellas. El tiempo pasa y llueve sobre mojado, recuerda. La Navidad es alegría. No es tiempo de correr por tus mejillas lágrimas de impotencia ni tampoco de concebir rencor. Imagino tu corazón descansando apacible a la orilla de un mar cercano al fin. No vuelvas a caminar solitaria bajo la lluvia que no moja. Estabas perdida, vivías ausente de la realidad. Ahora tu caminar solitario experimenta nuevas sensaciones... No concibas el rencor en ti ni en la gente que te quiere.

Sustituye la lluvia de lágrimas de impotencia por lluvia con lágrimas de alegría y déjate llevar por el reposo de la luna que hoy luce brillante. Deja ir esa ansiedad y aprovecha las fiestas navideñas para vivir con humildad descargando la maledicencia que hay en tu alma. Mira de soslayo el pasado y de frente lo cotidiano; y deja de agitar tu cabeza plena de arrogancia que, como a mí, nos estás volviendo tarumba. Aléjate de la palabra inútil. Superar malas experiencias nos hace ser mejores personas. Por mí no volverás a habitar la casa de los naufragios. Gracias... (de nada).

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