domingo, 23 de septiembre de 2012

Dirigencia corrupta

"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un corrupto pase por Carabanchel". Es el comentario de la viñeta de Ortifus con dos presos meditando frente a la cárcel. Levante.
 
Hacía tiempo que no aparecían nuevos políticos corruptos en los medios de comunicación. Pareciere que ya nos conformábamos con los que teníamos pero no. En Galicia, la policía (operación Pokemon) detuvo a los alcaldes de Ourense (PSOE) y Boqueixón (PP), también el ex presidente de la Confederación Hidrográfica do Miño-Sil. Además de funcionarios municipales y constructores. De momento 13, que nunca se sabe.
  
El pueblo ya piensa que decir político es decir corrupción, y no debiera ser así. Lo cierto es que nuestra clase dirigente cada día nos decepciona más. Ni ideales ni valores. Nuestros representantes políticos son huérfanos de padre y madre. Y eso que están bien pagados. Tal vez porque son ellos mismos los que se ponen el salario
  
En vísperas de las elecciones gallegas el PSOE y el PP en el ojo del huracán... Y el BNG, que gobierna en coalición con el PSOE en Orense confía que algunos de los suyos no estén metidos en el ajo.
  
Un país ha intentado higienizar la política y ha fracasado. En un país de solares por construir y pisos sin vender, nuestra clase dirigente sigue siendo heredera de la corrupción. En un país pobre de solemnidad los políticos son inmorales hasta la muerte. Y como deja meridianamente claro la viñeta de Ortifus, nunca pasa nada. La política es un amor de apellidos ilustres: "familias" o "familiares". Un político es honrado cuando cuestiona las falsas premisas del sistema y se siente moralmente obligado a cambiarlo; cuando se resiste a acatar porque sí lo que le imponen los dueños de su partido político; cuando denuncia a los que niegan los hechos de compromiso con el pueblo que los eligió; cuando considera el futuro de la ciudadanía como su principal discurso; cuando no hace concesiones a los que se han rendido ante la evidencia y viene de la mano de una sentencia judicial.

Y con los políticos en permanente sospecha, llega Fermina Daza, el personaje de García Márquez, a quien le había llegado la hora de preguntarse: ¿qué hacer con el amor que se me quedado sin dueño? Y entonces apareció un político corrupto. Ni un amante. Ni un amigo.
 
¿Y ahora a quién botan los gallegos y adónde?

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