martes, 4 de septiembre de 2012

¡Ah, cómo va cambiando todo!

Cuando uno se ataranta no cabe otra que irse; para volver al cabo de un tiempo. Volver a la verdad. Al calor del hogar.

Está bien: para aquellos que hoy no quieren recordar, que sepan que todo está escrito, y que los ideales han muerto para siempre, porque, quiérase o no, todo cambia. Porque, admítase o no, nada es igual. Porque no hay visión futurista. ¿A quién sorprende que, vencida la complicidad de antaño, su místico origen, el ser animado aún siga su camino tras los molinos de viento? Quien revive viejas piedras... Cuando llegué, lo primero que hice fue estudiar y aprender. Intentar estar a la altura de las expectativas. Pero no podía imaginar el grave error que cometía; no supe ver que en ese mismo instante también me estudiaban a mí. Ellos, fanáticos del estudio, fanáticos por saber, hoy estudian soluciones a sus estudios mientras yo estudio el placer de aprender. Estudien, tal vez mañana encuentren la manera de dejar de estudiar y confíen sin saber. (Sospecho que estoy trance).

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