Sentado frente al ordenador que me ordena sentí una tamborrada: pon, ropompon... pon, pon. Más ruido que en la fiesta del Pueblo de Patricia. Bueno no será, pensé. Y pregunté a mi esposa: Es "Semana Santa", andá p’allá. Ah, ya, por eso además de tambores llevan capirotes. ¿Por qué a los penitentes en las procesiones de Semana Santa los llaman tontos de capirote? Igual no va con ellos. Que Dios me perdone, y que perdone también a los tontos de capirote por tanto y tanto ruido. Podían hacer lo mismo sin ruido para no enojar a los bebes y atarantar a los mayores y a dona y a mí. Qué poco tienen que hacer a la hora de la siesta. De niño era igual, el "inigualable" no se perdía un sarao de curas. Lo llevo borroso en la memoria, pero entonces tenía la cabeza en su sitio... Bah, algo recuerdo: Era un hombre alto que tenía la cara huesuda y los ojos negros y profundos. Que el color de su piel era un poco tostada al sol (porque el sol quema a todos por igual). Que vestía una túnica de Cristo, vestía zarrapastroso, como podía, porque se cuenta que era proletario, sin llegar a Podemos o a VOX. Que, para mayor agravante, se dio a la tarea de promover la liberación entre los pueblos contra el imperialismo de entonces. Que hizo toda una mística para dar buen cumplimiento a su afán revolucionario. Que era un hombre discreto, a tal grado, que huía de las tamborradas. (¿Alguien sabe si ese hombre del que hablan celebró ser el único hijo de Dios? No me contesten). Gracias.
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