Una amiga allende los mares me dice
que me presiente triste. Y yo, como una amiga ida: "tú como siempre
haciendo amigos", le contesté: toma un tequila a mi salud y yo te cantaré
una canción de Shakira. Lo cierto es que estoy triste. No quiero
estar triste y estoy triste. Pero hay más y peor: me siento
triste y no tengo otra opción. Mi mente absurda intenta convencerme para que me vaya al carajo. ¿Dónde está el carajo? ¿Qué gana si me voy? ¿No sabe que si yo me voy ella se va? Morir matando, imagino que la cuestión es esa. Como la vida que si no
vives mueres. La verdad es que no siempre
tenemos la posibilidad de decidir sobre nosotros mismos y por un motivo
u otro tiramos por la calle del medio. Siempre hay una razón o
una sensación de tristeza que se instala en el alma y nos
hace vulnerables. Es cuando la tristeza se apodera de nuestra
voluntad y salir a la calle no apetece, por apetecer solo apetece morir, que diría una amiga allende los mares (allende ser discreta es hermosa, pero no se lo puedo decir porque se viene arriba y entonces no sería la misma). Ay, está
una amiga para dar consejos a nadie. A los dos nos diferencia dos cosas en una: el miedo y la muerte. Una amiga quiere morir pero le tiene miedo a la muerte, y yo no
quiero morir por miedo a sobrevivir. Lo bueno, porque es sabido que si existe lo
malo existe lo bueno, que vamos sobreviviendo. Y qué bueno, aunque no es precisamente el día que nos gusta vivir. Yo
me conformo y una amiga también pero no lo sabe. Un día le explicaré en un poema que es feliz y si me cree dará en loco. O, cuando menos, acabará con una vida de tristezas.
Si una amiga allende los mares fuera
cantante sería el indio Vicente Fernández. Y si yo fuera Shakira me
divorciaba de Piqué y me casaba con Cantinflas. Cantinflas sabía reírse y hacer feliz a la gente. No queremos estar tristes. Una amiga allende los mares, y yo mismo, sabemos de
tristezas, pero ya amanecerá mañana: Hoy hay que vivir. Gracias.
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