En mi cotidianidad, como un quinceañero ante su primer beso, vivo subordinado a lo que tuve y perdí. Sobrevivo sin ella. Si me siguiera leyendo... Si me leyera... Con ella. Porque no pierdo la esperanza de morir sin tener algo con ella.
Llegado los años altos alimento carencias, algunos descuidos, y reflexiono comportamientos poco afortunados. Vivo sin ella aferrado a un recuerdo. Facilitaría las cosas si fuera capaz de hacer introspecciones en mi estado ánimo que gira un día y otro y siempre en torno a una paranoia que perturba mi voluntad. Sobreviviría a mi debilidad mental si apareciera. Recuerdo una promesa que corrigió su rumbo y volvió a echar a andar. Los dos vivimos desamparados. (Quieras o no, mujer de ojos negro azabache, musa, dama de la poesía, acabarás cediendo por amor). Gracias.
Biem .
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