jueves, 9 de noviembre de 2017

A ella.

Inducido por la nostalgia echo la vista atrás y aparece ella, la mujer que prendió en mí el sentimiento que desborda la capacidad de amar al amor de otra manera. A ella, la mujer situada en todos los altares de la poesía. Ella también me enseñó a amar la poesía. Yo aprendí a extasiarme con su pelo seducido por el viento. Y sus manos emparedando su cara de niña. Y sus ojos negro azabache, y de ellos su mirada de soslayo (de su mirada nació de soslayo). Y su risa. Y las cinco de la tarde y un café. A ella, por haberse hecho dueña de mi locura. Y por si tanta poesía fuera poca, me acortó los días y me alargó las noches y me enseñó a soñar. Soledad dichosa de la poesía. Musa de mi inspiración. (Ella me enseñó a amar al amor de otra manera, la poesía y todo lo demás; yo le enseñé la vida que perdió). Gracias.

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