lunes, 13 de noviembre de 2017

¡Hágase la luz!.

Me cuentan que en un lejano pueblo, quizás en otra ignota galaxia, se entierran las miserias cuando se dan cuenta que no merece la pena desear mal ajeno para dormir con la conciencia tranquila. Ni puñales por la espalda ni injurias en el lavadero municipal. En un lejano pueblo, según me cuentan, los besos y los abrazos son sinceros y no existen desprecios. El amor es para siempre si lo es pero no el odio. Si muere el amor no nace el odio ni muere la amistad. Ni se pierden los saludos por la boca de alcantarilla. En el pueblo de Patricia eso no ocurre, mandan las apariencias que devoran sentimientos. La educación es mala educación si niega el saludo y vitupera la dignidad de las personas. En un lejano pueblo, quizás en otra ignota galaxia, según me cuentan, enviaron un mensajero al pueblo de Patricia y estupefaciente comprobó que al doblar la esquina, con la cara de los domingos, le desearon buen día sin conocerlo. De lo que se deduce que en el pueblo de Patricia si te conocen solo puedes vivir si sobrevives a los medios días. Y qué pena conformarse con medios días habiendo días enteros. (Mujer de triste mirada, al doblar la esquina, en un descuido tal vez, saludaste a quien nunca debiste retirar el saludo. Eso es bueno, cuando menos buen comienzo. Y quien te acompañaba hizo lo mismo, eso es mejor todavía. Al fin comprendiste que solo a mí me puedes despreciar porque nunca dejaré de quererte). Gracias.

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