"Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un
año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos,
pero están los que luchan toda la vida, y esos son los
imprescindibles". (Bertold Brecht).
Naturalmente que hay hombres que luchan toda la vida y
son imprescindibles, pero también mueren, y quizá mueren los primeros; de hecho se van los primeros y no enterrador tienen que los entierre. Hay mujeres
imprescindibles pero son vapuleadas y no se les reconocen sus
méritos y se catalogan como las que no dieron palo al agua en su vida. El asunto es ese. Y basta que alguien
diga para mí y rompa la nomenclatura que entre todos y todas fueron creando al paso de los años: La familia. Memorables
los años. No se fíen del primero que llame a su puerta ofreciéndoles amor eterno porque nada es eterno. A no ser en el cine, y por dos horas. En
el cine todo es posible, en la vida no. Por unos euros vas al
cine se levanta el telón y eres inmortal, la bella durmiente, o lo que quieras ser con
solo elegir la película que cubra tu quiosco de necesidades. Eso es el
cine, la vida con desahogo hasta que se baja el telón y se encienden las luces y vas en busca de la realidad que te espera impaciente. La realidad es tuya, es la que es, y no te abandona te pongas como te pongas. En la butaca embutido en el personaje eras inmensamente feliz y ahora... Si fuera verdad que sus dones desbordan todas las desgracias me haría
monja de clausura.
Maldigo el cine por ser verdad escasas dos horas... hasta que baja el telón y se acabó. Luego se encienden las luces y salgo de mi personaje para volver a la realidad de las cuatro paredes de mi oscura habitación. Ni recuerdo la última
vez que fui al cine. A los viejos y a los niños no se les quita un caramelo en el mejor saboreo. Nunca la depresión fue tan descorazonadora. Nunca el amor fue la peor malquerencia. La insoportable levedad del ser. (Es la manera que se me ocurre para explicar el surrealismo inconsciente que estoy viviendo). Gracias.
Ciertamente...
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