viernes, 7 de julio de 2017

Muriendo y aprendiendo.

Si me faltara el Calendario Zaragozano cuando me meto en camisas de once varas me iría para no volver. Me voy de cualquier forma. La sintaxis no me acompaña y mezclo churras con merinas. Lo de combinar las palabras de la mejor manera posible no es para mí. A cambio, le echo un poco de imaginación al recado sin lastimar la palabra. Intento ser mejor y escribir el día que me gusta vivir. Utilizo el Calendario Zaragozano porque es sabiduría popular que refleja la identidad del pueblo, y cuando como yo, el pueblo con su sabiduría se va por las ramas, recuro a su alteza imperial el diccionario de la RAE. Que igualmente es sabiduría popular. Escribo el día que me gusta vivir, escribo para quien me lee, escribo para conocerme, escribo para ser mejor, escribo para aprender, escribo porque si no escribo no vivo.

Dicen que escribir bien o mal es escribir, para mí que llego hasta donde llego y de ahí no paso, no me convence, a no ser que para escribir bien haya que empezar escribiendo mal. Puedo decir con total seguridad que desde que escribo soy más feliz. Estoy seguro que escribir me permite envejecer de manera ilusionada. Antes envejecía triste de morir y ahora no encuentro otra manera de atizar la modorra que conectarme a Internet y leer y escribir: queriendo aprender. Leer poesía, libros, pliegos de cordel, periódicos. Y como no tengo otro medio porque lo mismo en el quiosco es más caro y no lo puedo pagar, Internet es mi medio. No sabría qué hacer sin Internet. Pero sí, lo escribió César Vallejo: "el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo". O sea que, hasta que la ciencia me salve de la muerte, seguiré conectado a Internet pero muriendo, ¡ay!, muriendo y aprendiendo. Gracias.

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