"... y cuando sanó su cuerpo yo sané su mente y con una inyección de poesía en vena su corazón latió enamorado". Era mi inocente deseo. Por siempre, jamás, "la dama que no debe ser nombrada". Lo demás por volver sin haberse ido, puesto que sucumbió a la añoranza. Nunca aprendió ni aprenderá, porque, además de estúpida, es masoquista. Aclaro, para no llevar a engaño, que sentí verdadero amor paternal por ella antes que, acosadora, instigadora laboral, la doña, hiciera de mi vida un tormento y de mi familia un descosido. La familia, y los hijos primero. Ahora solamente me apetece dormir. (Mañana vuelvo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario